Ya no son mías las Noches.
Te miento si digo que ya no te extraño, que por fin tu silencio no me vuelve un idiota o que las noches sin ti no son frías incluso cuando estamos a 38, que en mi almohada tu recuerdo no incomoda y que a mi pecho no le hace falta el calor de tus mejillas.
Te miento si te digo que tu belleza ya no lo es tanto, que tus palabras no me suenan como eco de un jazz, que tu pelo ya no es briza que danza en primavera, que tu risa ya no llega tan lejos, que mis manos secas no se nutren con las tuyas o que el compás de tus pasos no guía los míos.
Sería un tonto si lo niego y a veces pienso y no lo digo, como si no tuviera más de que hablar sino contemplarte viéndome.
Basta ya de pensamientos que invaden el ritmo, que aceleran el tiempo y se ausentan tan pronto. Me lo repito tantas veces..., que la mente se enciende y vuelve a la nada, dejándome parado en medio de muchas puertas, sin saber lo que hay detrás de ellas con ánimos de abrir ninguna, esperando que la luz cumpla su jornada y le de paso al nostálgico ocaso.
Entonces vuelvo a mi y culpo a la noche, por ser tan bella y alojar en ella miles de momentos; inspira y aflora el alma, te droga y te pone en picada, el silencio te da paz y con frecuencia termina siendo peligroso, el frio que envuelve te hace sombra en el camino nubloso y pisamos en charcos y saltamos como ranas, para no mojarnos; pero ya vez, estamos empapados, solo nos queda esperar el día, donde todo parece claro, donde sabemos que queremos, donde los sueños se quedan con Morfeo, y solo está ante ti el mundo.
Quién soy yo para negarle a alguien el día, para que camine entre lobos si eso le sale del coño, quien soy yo para negar que conozca a cupido, si una vez también fue mi amigo y hoy se esconde sin darme cara.
Quien soy yo para vociferar del amor si no me permito el dolor de soltar lo que más eh querido.
Quien soy yo para evitarle que el corazón toque su tambor, que los latidos no marquen su ritmo, que las miradas ya no sean luciérnagas buscando refugio en las estrellas, que el respirar sea de un pulmón, que los días juntos sean efímeros, que el tiempo se torne lento cuando le salga un suspiro, que su vos sea música en otra sinfonía y que al volver la noche, sentada en la cama la oración que reza solo sea para fortalecer su alma
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